Celestino tiene 94 años, y cuenta con una vida saludable y lúcida. Sin embargo su esposa Angeles no cuenta con la misma suerte. Un día llegó Celestino a casa para encontrarse con la ropa tendida en los muebles de la sala. A veces Angeles salía a comprar algo pero regresaba sin nada, y otras veces simplemente se escapaba de casa.
Angeles sufre de Alzheimer, y Celestino sin ya saber cómo cuidarla decidió internarla en una institución donde pudieran velar por ella.
Lo hermoso de esta historia es lo que decidió hacer Celestino después. Celestino mismo explica: «Como íbamos a estar los dos, ya ancianos, separados, cada uno en una punta? Aquí seguimos juntos, todos los días salimos de paseo y le ayudo a comer. Además, yo necesitaba asistencia porque no podía hacer la comida, no podía ir a la compra ni levantarla cuando se caía.»
Celestino decidió pasar el resto de sus días con Angeles, donde quiera que ella estuviese. Con su cerebro completamente sano, esto ha sido un reto grandísimo para él, ya que en el centro de la Fundación Reina Sofía de Madrid, España, donde viven, también residen más de un centenar de pacientes con Alzheimer.
Celestino logra pasar sus días inmerso entre libros y pasando el tiempo con su esposa Angeles. Sin embargo extraña conversar ya que Angeles ya ha olvidado cómo hablar.
El mensaje más importante que da Celestino es a «los políticos encargados de la salud». Él les pide «que se enteren, que se informen para que entiendan que el cuidado de un enfermo de Alzheimer no puede recaer sobre la familia». Y les pide que dispongan de muchísima más ayuda para las familias de personas con Alzheimer tanto física como psicológica y más que todo económica. Un mensaje que sin duda sería igualmente útil para los gobernantes de nuestro país.
En conclusión, el amor lo puede todo, pero sin ayuda de «los que mandan» se hace mucho más difícil.
Adriana Machado - Diseño Sensorial para Personas con Alzhéimer 